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Lee el editorial de Charlie Hebdo y sus mejores viñetas un año después del atentado

Publicado: 2016-01-07

El último número del semanario satírico Charlie Hebdo ya está a la venta y, contrariamente a lo que muchos hubieran podido esperar, su portada no era en contra de Alá, sino del dios de la religión cristiana. El mensaje de Charlie es directo: El fanatismo provenga de cualquier religión es igual de monstruoso y asesino.

Por supuesto que la portada no ha caído en gracia a los cristianos que se sienten aludidos por la símbología de la portada: el triángulo de la Santísima Trinidad y el ojo de la omnisciencia. Sin embargo, ¿habrían estado cómodos los cristianos si en vez de el triángulo hubiera aparecido el Jamsa o la mano de Fátima símbolo del Islam? Es curioso, pero los que dicen defender la libertad de pronto ya no se sienten tan libres cuando se choca con sus creencias personales.

En esta edición especial de 32 páginas, se muestran antiguos dibujos de los ilustradores que fallecieron así como se hace un recuento de qué fue lo que pasó exactamente ese día. El semanario incluye un plano de la distribución de las oficinas al momento del ataque y en todas sus páginas se renueva el compromiso de burlarse de las religiones, sus fanatismos y sus pretextos para derramar sangre. 

EN verdad os digo:  vamos a seguir burlándonos juntos todavía mucho tiempo más


La Editorial de Riss

muere charlie, vive charlie

En su editorial, el director Laurent Sourisseau, conocido como «Riss» y uno de los sobrevivientes del ataque terrorista, señala que en la historia del semanario desde su reaparición en 1992 «la muerte siempre ha formado parte del periódico», en primer lugar porque estaba amenazado de desaparición por razones económicas, pero que nunca imaginaron que la violencia los golpearía de esta manera:

En el año 2006, cuando Charlie publicó las caricaturas de Mahoma nadie pensó seriamente que algún día todo acabaría en este grado de violencia. Era impensable que en pleno siglo XXI, en Francia, una religión asesinara a periodistas. Nosotros veíamos a Francia como una isla laica donde era posible jugar, dibujar, reírse de todo eso sin preocuparse por los dogmas de los iluminados. Tampoco hacer caso de los falsos amigos que siempre nos miraban hacia abajo cuando caricaturizábamos a las religiones.
La verdad es que desde esa época muchos esperaban que algún día alguien nos pusiera en nuestro lugar. Sí, muchos querían que nos asesinaran. A-SE-SI-NA-RAN. Entre ellos, los fanáticos del Corán, pero también todos los chupa cirios de otras religiones que nos deseaban el infierno en el que ellos creen, todo por habernos atrevido a reírnos de la religión. Sin olvidar, por supuesto ese remanso de intelectuales agrios, de cronistas insípidos y de periodistas celosos que cometen el peor error de sus vidas al ir con tanto cuidado por la vida evitando decir lo que realmente piensan. Ese conato de locos y de cobardes deseaban nuestra muerte. Los religiosos, porque habíamos cometido  blasfemia, los otros porque Charlie Hebdo había sido siempre una anomalía en el paisaje mediático de Francia. 

En este editorial, Riss también hace un recuento de todas las veces que Charlie Hebdo estuvo al borde de la extinción. Primero, en 1982 durante su primera etapa, cuando debido a la crisis financiera que atravesaba estuvo fuera de circulación por 10 años. En ese momento, muchos creyeron que un diario que había muerto no tenía el derecho de volver a la vida. Sin embargo, día a día y sin saber si había un mañana seguro, los integrantes del semanario se esforzaron hasta consolidarlo nuevamente. 

El periodista no es dueño de la libertad de expresión, es solamente un servidor. En Charlie Hebdo, la libertad de expresión no debía servir para ajustar cuentas con los que deseaban nuestra muerte. La única respuesta para ellos era la creatividad. 
A pesar de las medidas de seguridad dispuestas por la Policía después del incendio en 2011, el gusto por la vida nos hizo olvidad la angustia de la muerte. Un mes antes del 7 de enero, yo le pregunté a Charb si tenía sentido que él siguiera con protección. Las historias de las caricaturas, todo eso ya estaba atrás, era parte del pasado. Pero la religión no conoce tiempos. No cuenta en años ni en siglos porque ella solo sabe de la Eternidad. En Charlie, creímos que el tiempo había pasado y que el olvido había hecho el resto. Pero un creyente, sobre todo un fanático, no olvida nunca la afrenta a su fe, porque detrás y delante de él no existe más que la Eternidad. Eso fue lo que olvidamos en Charlie. Fue la Eternidad la que nos cayó encima como una tormenta, aquel miércoles 7 de enero. 

Como dice Riss, el 7 de enero fue también una oportunidad increíble porque de un solo golpe toda Francia volvió a leer el semanario y eso les sirvió como el mejor empuje para levantarse: "Una vez más, la existencia de Charlie era una anomalía"

Normalmente nos preguntan, "Pero, ¿cómo pueden continuar con el periódico después de todo lo que pasó?" ¿Cómo? Todo lo que hemos vivido en estos 23 años es lo que nos ha dado la rabia. Nunca como ahora habíamos tenido tantas ganas de romperle la cara a todos los que soñaban con nuestra desaparición. Dos taraditos encapuchados no van a echar por la borda todo el trabajo de nuestras vidas ni todos los momentos formidables vividos con aquellos que sucumbieron. No serán ellos quienes verán morir a Charlie. Será Charlie quien los verá morir. 
El año 2015 fue el año más terrible de toda la historia de Charlie Hebdo porque nos hizo pasar por el peor de los suplicios para un periódico de opinión: poner a prueba nuestras convicciones. ¿Eran suficientemente fuertes para darnos la energía para levantarnos? Ustedes tienen la respuesta entre sus manos. Las convicciones de los ateos y de los laicos pueden mover mover más montañas que la fe de los creyentes.

En el post de mañana, las fotos de las mejores viñetas de esta edición especial. Por lo pronto, comparto esta de la distribución de las oficinas de los integrantes de Charlie Hebdo en el momento del ataque:





Escrito por

Dánae Rivadeneyra

Periodista clásica. Leo, investigo, escribo y, como no puede ser de otra manera, me involucro. Ahora en París, ayer en Lima.


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