Los sirios que sobreviven en París
Expulsados de su propia tierra, en medio del grupo terrorista Daesh y el Estado representado por Bashar Al Asad, miles de migrantes sirios llegan a Francia a empezar de nuevo, a olvidarse de quiénes eran y a conformarse con lo que se les ofrece. Hoy, las desconfianzas se disparan en su contra.
Vivir en París es fácil. Es fácil si se llega en avión, si se viene de luna de miel, si se tiene un abrigo para protegerse del frío y un paraguas para la lluvia. En general, si se gana 1.500 euros al mes que es el sueldo mínimo en Francia, entonces se puede vivir en París. Si no, solo se puede aspirar a sobrevivir.
Y en Francia sobreviven más de 5 mil sirios que desde el 2012 han llegado en calidad de refugiados o por motivos humanitarios, todos escapando del fuego entre, por los menos, cinco bandos que se disputan el control en Siria.
Hoy más que nunca y después de los atentados del 13 de noviembre, la vida se ha tornado difícil para ellos y para todo aquel que tenga rasgos árabes. No es evidente pero las miradas sospechosas, las sonrisas ajustadas delatan cierto temor que le gana lugar a la razón.
- La primera noche que llegué a París un policía me dijo “váyase, váyase, váyase”. Me quedé afuera de la estación, mirando la calle, no tenía a dónde ir. Pasaron dos horas, comenzó a hacer más frío, las calles se quedaron vacías y empezó la lluvia – dice Hassam, ingeniero electrónico en otra vida, ahora, refugiado sirio en Europa.
Como Hassam hay miles en Francia. Miles de sirios de clase media, educados en distintas ramas, prósperos en sus tierras hasta que llegó la guerra entre Daech, el más poderoso grupo terrorista de Siria, y el partido oficial de Bashar Al Asad, hace cinco años.
- Yo estoy bien aquí, he tenido suerte pero sé de otros que no. Sé de un sirio al que le pagaban 1 euro 50 la hora de trabajo. ¿Se imagina? Y él no podía hacer nada porque lo amenazaban diciendo que iba a regresar a Siria – cuenta Mohamed, contador sirio que llegó aquí hace cinco años y ahora trabaja en un restaurante.
Como en la mayoría de guerras, solo aquellos con cierto dinero han podido escapar del país. Los verdaderamente pobres no tienen más opción que seguir esperando el ángel de la muerte que vendrá a liberarlos de esa vida en la forma de una bomba, una ráfaga de metralleta o si el destino es cruel, a decapitarlos.
Los invisibles
Encontrar sirios en París es relativamente fácil. Basta ir cerca del canal Saint Martin o a ciertas estaciones de metro cercanas a la larguísima Avenida Périphérique que conecta París con los suburbios de la región.
En un día normal, muchos de ellos están sentados en los parques, con sus niños corriendo de un lado a otro o sosteniendo carteles de “Soy de Siria”. Solo ellos saben cuánto encierran estas tres palabras.
Pero este miércoles 18 de noviembre no es un día normal. Hoy, París ha despertado a las 4 de la mañana, invadida por el ruido de cientos de sirenas policiales, con más de 5 mil balas disparadas, con tres terroristas muertos, entre ellos, una mujer que se hizo volar en pedazos, y otros tres terroristas detenidos. Hoy que la Policía de Francia ha acabado con los organizadores del atentado del viernes 13, no hay sirios en las calles.
Recorro a pie los puntos ya conocidos, como de costumbre abundan los SDF (Sin Domicilio Fijo) que es la categoría legal que da el gobierno francés a la gente que vive en las calles, la mayoría de ellos migrantes de la zona del Mahgreb o de Europa del Este. Los SDF me dicen que no, que desolé, que lo sienten mucho pero que no saben a dónde se han ido los sirios. Puede ser verdad o no, en tiempos violentos como estos la desconfianza es generalizada. Los puentes están vacíos, las carpas han desaparecido, no hay niños, no hay carteles, no hay restos de comida ni bolsas de ropa.
- Tienen miedo, están muy temerosos con lo que acaba de pasar en la mañana y el atentado del viernes – dice Sabreen Al Rasace, responsable de la organización Revivre que desde el 2014 acoge a los migrantes sirios en Francia.
Temen por la ‘amalgama’ que se pueda hacer entre los musulmanes y los terroristas de Daesh.
Temen que las generalizaciones les arruinen la vida. Y eso, lastimosamente, ya está pasando.-
- Hace poco mi hermano estaba comprando tabaco en una tienda, una señora entró y al verlo se le abrieron los ojos, el dueño le preguntó qué deseaba, la señora se dio media vuelta y se fue sin decir nada – dice entre sonrisas Sabreen.
Al día siguiente después de los atentados, había la sensación de que París se recuperaba rápidamente, que el miedo no se apoderaba de la ciudad y que todos intentaban, mal que bien, sobreponerse y retomar sus rutinas. Fue así pero no para los sirios. Todos los entrevistados para este informe cuentan que se encerraron es sus casas o donde mejor pudieron, por tres días.
- Yo preferí no salir, escuché en las noticias lo que había pasado, el estado de emergencia y fue horrible, fue como revivir todo otra vez…preferí quedarme en casa hasta que todo se calme. – cuenta Zine Itabi con la voz entrecortada.
Ella era programadora informática en Siria, ahora es recepcionista de hotel.
Según datos de Revivre, desde setiembre de este año, el 90% de sirios que llega a Francia es ilegal. Solo en París, por semana pueden recibir hasta diez peticiones de refugio de sirios que han entrado en condición irregular. El período de tiempo que debe esperar para conseguir un alojamiento es de mes a mes y medio. Mientras tanto, la calle los espera.
“Me vale la religión”
Faima tiene los ojos grandes y almendrados, las pestañas larguísimas y unas cejas perfectamente delineadas. La belleza cabe en sus ojos. Ella es siria, musulmana y kurda, ha llegado a Revivre junto a su novio para buscar un lugar donde vivir pues la familia que la acogió solo la puede tener hasta enero.
Mansur, su novio, era médico, ya había hecho su servicio militar obligatorio y como la mayoría de sirios se había acostumbrado a la muerte.
– El estado de inseguridad es terrible. No hay un punto en el que uno diga me voy por esto o por esto otro. Perdí a cinco familiares, a amigos, a gente muy cercana. Uno no puede trabajar, no se puede mover. Solo tenemos que irnos. – cuenta.
Él no tiene opción de regresar pues ha escapado del Ejército. Después de pasar el servicio militar obligatorio, todo joven en Siria debe enrolarse y formar parte de las tropas de reserva. Mansur se fue porque no le era posible dar su vida ni por Bashar Al Asad ni por Daech ni por ningún grupo terrorista. “Ningún dios está a favor de la muerte”, dice Mansur que es sirio pero no es musulmán sino druso, una minoría religiosa “odiada por todos”.
-“A mí me vale la religión, me vale Daech, me vale el islam, me vale la tradición y todo eso. Lo único que yo quiero es vivir en paz. ¿Cómo los de DAECH pueden decir regresen al país? (risas) no tiene sentido.”
Faima lo observa reflexiva y luego me dice como haciendo una confesión. “Los de Daech no son estúpidos. Saben que aquí hay mucha gente confundida, muy fanática. Ellos aprovechan las debilidades para entrar, pero no son necesariamente los sirios, también hay franceses o gente de otro lado que los sigue”
Doblemente refugiados
Hassam llegó a París en Enero después de haber gastado como 7 mil euros entre barcos, camiones, buses y trenes ilegales. A su padre lo secuestraron el año pasado, los responsables fueron algunos de los tantos grupos opositores al régimen oficial y también a Daech que existen en Siria.
Hassam ya no piensa en la libertad de su padre, no sabe siquiera si está vivo. Sus dos hermanos están en la cárcel. Hassam no habla francés sino inglés y Daib, un amigo que lo acompaña, solo árabe.
- ¿Usted habla árabe?, me pregunta
- Solo sé decir habibi (mi amor)
- ¡Pero eso es más que suficiente! – Los tres nos reímos.
Ambos se quejan de que deban hacer los trámites en francés y no en un idioma internacional como el inglés. A ellos aún les queda el orgullo de otros tiempos mejores, en los que podían exigir y ser escuchados. Ambos saben que ahora solo les queda agradecer pero aún no se acostumbran.
Ser migrante en París es difícil pero la situación de Daib y Hassam es doblemente complicada. A pesar de haber nacido en Siria, ambos no son sirios sino palestinos. Sus abuelos escaparon de Israel en 1940, llegaron a Siria pidiendo refugio, sus hijos y nietos nacieron allí pero en sus pasaportes figura “palestino”, un sello que les ha cerrado las puertas en los países árabes.
Por más ilógico que parezca, nacer en Siria no da la condición de sirio, el ‘estigma’ de pertenecer a una familia palestina pesa más.
Ningún país árabe nos recibe, nos odian. Entonces yo soy doblemente refugiado, refugiado de Israel en Siria y refugiado de Siria en Francia. – cuenta
Hasam. A su lado, Daib, sirio palestino como él, atrapa algunas palabras al vuelo y se ríe al darse cuenta que me está explicando el enredo geopolítico del que son víctimas hace 77 años.
Daib era analista de laboratorio y Hasam, ingeniero electrónico. Ahora están desempleados, saben que para la mayoría no son más que refugiados. Daib pide que Hassam traduzca:
Antes de que América entrara en Siria no habíamos escuchado algo parecido a Daech. Recién después que ellos entraron empezó todo esto. Dicen que defienden la libertad, pero es la libertad según sus términos. Hablan de los gays y las lesbianas como si fuera la cumbre de la libertad, pero libertad también es usar o dejar de usar lo que uno quiere – dice Daib haciendo referencia a la prohibición del uso del niqab en Francia.
Les pregunto si les molesta que la noticia del atentado en París haya sonado más que los atentados diarios en Siria, sonríen. En Europa es distinto, me dicen, pero ya es tarde y se tienen que ir.
Les pido una foto a ambos y dudan. Al final solo Daib acepta pero de espaldas. Es imposible entender el temor que impide que Mohamed, Faima, Mansur, Daib y Hassam puedan tomarse una foto con total libertad, que puedan hacerse un selfie sin miedo. Todos se van rápido, quieren que se sepa que Siria no es igual a Daech ni igual a los musulmanes, que todos los musulmanes no son iguales, que Alá no es malo: "La gente que ha muerto hoy y morirá mañana en Siria es terrorista."
Publicado en Suplemento Domingo de La República
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Escrito por
Periodista clásica. Leo, investigo, escribo y, como no puede ser de otra manera, me involucro. Ahora en París, ayer en Lima.