La hora difícil de ‘mamá Angélica’, la luchadora incansable que hace 30 años busca a su hijo
Angélica Mendoza conocida por todos como ‘mamá Angélica’ marcó un antes y un después en la lucha por encontrar a los miles de desaparecidos producto del conflicto armado interno. Su terrible historia comenzó en 1983, cuando unos militares se llevaron a su hijo y nunca más volvió a verlo. A partir de entonces mamá Angélica empezó una lucha por encontrar no solo a su hijo sino a todos los desaparecidos por los militares. Ella junto con otras dos madres que también habían perdido a sus hijos fundaron ANFASEP, la Asociación Nacional de Familiares de Secuestrados, Detenidos y Desaparecidos del Perú.
Hace dos días ‘mamá Angélica’ sufrió un pre infarto y debido a que ni la pensión de viudez ni las prestaciones de salud le habían sido asignadas aún por la ONP, no pudo ser atendida en Essalud. Después de cierta presión de por medio que es como casi siempre funcionan las cosas en nuestro país, un médico de Essalud se ha acercado a su casa y se sabe que aunque mamá Angélica se encuentra estable, su situación es delicada.
Sin embargo, el hecho de que en un primer momento se le haya negado la atención en Essalud nos hace pensar en cuán más importantes son los trámites burocráticos que la vida misma y por supuesto, de la memoria de un país. Actualmente, se sabe que podrían ser hasta 18 mil los desaparecidos producto del conflicto armado interno, desaparecidos que ni siquiera están siendo buscados por el Estado pero sí por ‘mamá Angélica y por los integrantes de la ANFASEP.
El rol de mamá Angélica
El martes 12 de julio de 1983, la vida de Angélica Mendoza cambió. Esa noche, unos militares armados entraron en su casa y se llevaron a su hijo, Arquímedes Ascarza Mendoza. Le dijeron que podía ir a buscarlo al cuartel Los Cabitos a la mañana siguiente, como ella no les creyó, la insultaron, la golpearon hasta que finalmente soltó a su hijo. Como era de esperarse, al día siguiente en el cuartel nadie sabia nada sobre su hijo. Quince días después un agente de la Policía le hizo llegar una nota de Arquímedes:“Mamá, me encuentro bien, busquen un abogado para que me pasen al Juzgado, de todas maneras insistan a diario al cuartel. Chau. Arquímedes”.
A pesar de la prueba, escrita con el puño y letra de su hijo, nadie le hizo caso. Pueden escuchar aquí su testimonio:
En un momento en el que enfrentarse al gobierno, a los militares y al terrorismo costaba la vida, mamá Angélica no tuvo miedo y gracias a ella, a Teodosia Layme Luya, Antonia Zaga Huaña
y a otras valientes mujeres, miles de personas cuyos familiares habían desaparecido tuvieron un lugar al que acercarse y donde informar del hecho. Los inicios de Anfasep fueron en setiembre de 1983 con el Comité de familiares de Desaparecidos, (CFD) y ya a fines de 1984 se convirtió formalmente en ANFASEP.
Cuando Fujimori la acusó de terrorista
A mamá Angélica no solo la amenazaron de muerte todas las veces que denunció las desapariciones de los familiares de las miles de personas que llegaban a ANFASEP. El 15 de Setiembre de 1992, fue acusada por el gobierno de Fujimori de ser “Embajadora del terrorismo en Francia” y ordenaron su captura.
Así cuenta el ANFASEP aquella época de persecución:
Posteriormente mamá Angélica respondió a través de una carta dirigida al Presidente, negando esas acusaciones difamatorias. Ello debilitó las actividades institucionales y se limitaron; porque se producía seguimientos y acosos a los integrantes de ANFASEP. En Setiembre de 1994, el poder judicial dictaminó que no existían pruebas para la acusación contra Mama Angélica.
Resulta siempre paradójico como alguien como mamá Angélica que durante más de treinta años no ha dejado de pelear por los derechos humanos de todas las víctimas de aquella época, necesite ahora de la presión de los medios de comunicación para ser atendida ante una emergencia de salud; mientras que Alberto Fujimori, condenado por haber cometido delitos de lesa humanidad, puede incluso salir de la cárcel cada vez que dice necesitar de un médico.
Escrito por
Periodista clásica. Leo, investigo, escribo y, como no puede ser de otra manera, me involucro. Ahora en París, ayer en Lima.